6 de septiembre de 2025
A los 106 años, despedimos a la Abuela Rosa Roisinblit referenta de la institución.
Abuelas de Plaza de Mayo despide con tristeza a la queridísima compañera Rosa Tarlovsky de Roinsinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo hasta 2021, cuando por su avanzada edad pasó a ser Presidenta honoraria de la institución. Rosita, como la llama -paradójicamente- la juventud de Abuelas, se fue a los 106 años recién cumplidos, con un enorme trabajo y trayectoria como referenta de derechos humanos en el país y en el mundo.
Rosa pudo abrazar al nieto que la convirtió en Abuela de Plaza de Mayo, Guillermo Pérez Roisinblit, en el año 2000, pero nunca dejó de buscar a los nietos y nietas de sus compañeras: “No estaba acá solamente para buscarlo a él, sino a todos los que faltan”, señaló en una de las miles de entrevistas que concedió a lo largo de su vida, para contar su historia y hacer memoria.
Hija de colonos judíos, Rosa nació en Moisés Ville, provincia de Santa Fe, el 15 de agosto de 1919, y desde niña conoció el valor de la memoria: “Todas las noches después de cenar charlaba con mis padres a la luz de la lámpara de querosene y nos contaban a mis hermanas y a mí por qué tuvieron que venir de Europa a la Argentina escapando de los pogroms zaristas. Eso me quedó muy grabado”.
Se recibió de obstetra en la Universidad Nacional del Litoral y fue Partera Jefa de la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario. En 1949 se mudó a Buenos Aires y en 1951 se casó con Benjamín Roisinblit. Al año siguiente, tuvieron a su hija, Patricia Julia. El terrorismo de Estado cambió su vida por completo. Apenas se llevaron a su hija y a su yerno, José Pérez, se integró a las Abuelas.
Patricia fue secuestrada junto con su primera hija, Mariana Eva, en su domicilio de la ciudad de Buenos Aires. Estaba embarazada de ocho meses. Ese mismo día fue desaparecido José en la localidad de Martínez, provincia de Buenos Aires. Mariana fue entregada a su familia paterna por personas que se identificaron como personal de Coordinación Federal. Por sobrevivientes, se supo que Patricia fue trasladada a la ESMA pocos días antes de tener familia. Allí pudo relatar que habían sido secuestrados por personal de la Fuerza Aérea y que permanecieron detenidos en una casa en la zona oeste del Gran Buenos Aires, años después identificada como la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA). La joven dio a luz un varón al que llamó Rodolfo Fernando y el parto fue asistido por el obstetra del Hospital Naval, Jorge Luis Magnacco.
Rosa nunca dejó de exigir verdad y justicia: “Necesito saber quién se los llevó, a dónde se los llevaron, qué pasó con ellos”, reclamaba. Junto a sus compañeras fue querellante en el juicio Plan sistemático de apropiación de niños durante la última dictadura, que condenó a Jorge Rafael Videla, Reynaldo Bignone, Jorge Eduardo Acosta, Santiago Riveros, Antonio Vañek, Jorge Luis Magnacco y Antonio Azic. En la causa que investigó la desaparición de su hija y su yerno en la RIBA, en 2016 fueron la justicia condenó a Omar Graffigna -impune desde el juicio a las Juntas- Luis Trillo y Francisco Gómez, el apropiador de su nieto.
Durante más de un siglo Rosa fue construyendo un camino ejemplar de lucha, trabajo y perseverancia, con la determinación, disciplina e inteligencia que la caracterizaba. Recorrió el mundo buscando a los nietos y nietas y también fue reconocida por su tarea. Recibió el Doctorado honoris causa de la Facultad de Ciencias Médicas, de la Universidad Nacional de Rosario; recibió el Premio Anual Azucena Villaflor; la Mención de Honor Juana Azurduy otorgada por el Senado de la Nación; el Reconocimiento de la Cámara de Senadores de la Provincia de Santa Fe por su labor institucional en derechos humanos y fue reconocida personalidad Destacada de Moisés Ville, en homenaje a la misión inclaudicable por la defensa de los Derechos Humanos; entre otros tantos reconocimientos. Pero el mayor reconocimiento es el de los nietos y nietas que fue encontrando, que en cada encuentro la abrazaban como si fuera su propia Abuela.
Rosa fue una gran compañera, amiga leal, siempre dispuesta a hacer lo que la institución requiriera. Su rol para el avance en los estudios genéticos que lograron identificar a los niños desaparecidos fue central, cuando junto a su nieta, repetían los estudios hasta que se llegó a conocer índice de Abuelidad. De memoria prodigiosa, amante del tenis y el tango, podía repetir los campeones de diez años consecutivos de la Roland Garros o cantar mil tangos sin olvidar la letra. También repasar viajes, personalidades y contactos esenciales recogidos en los viajes para seguir la búsqueda.
Le gustaban los festejos, bailar y cantar. Por eso, para sus 100 años Abuelas hizo una gran fiesta que la dejó retratada bailando. Sólo nos quedan palabras de agradecimiento por su entrega, su solidaridad y el amor con el que buscó a los nietos y nietas hasta el final.
Abrazamos a sus nietos Guillermo y Mariana, a toda la familia y a gran parte de la sociedad que hoy la llora y le agradece.
Hasta siempre, querida Rosita.
Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas
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