5 de abril de 2023
En el juicio por los delitos cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús, declaró un hijo de desaparecido que busca a un primo o prima nacido en cautiverio.
Pablo Estevez tenía pocos días de vida cuando desaparecieron a su padre. Fue el 5 de mayo de 1977 en la casa de sus abuelos maternos, en Haedo, partido de Morón, donde él vive actualmente. “Era de noche, estábamos mi abuela Lidia, mi abuelo Horacio, mi mamá (Lidia Gardelia), mi papá (José María Estevez), y yo. Llegaron entre seis y ocho personas de ‘Fuerzas Conjuntas’, revisando documentaciones encontraron la de un auto, el de mis viejos, preguntaron de quién era, le pidieron a mi papá que los acompañara a la cochera, a dos cuadras, y dejaron al resto en la casa con la orden de que no se muevan. En la cochera, esto lo sé por un sereno que trabajaba allí, el auto no arrancó, era un Citroen amarillo, característico de la época, y desde ese lugar se fueron con mi papá y ya no volvimos a verlo. Daría la sensación que quisieron llevarse el auto y no pudieron”.
A partir del relato de su tío, Luis María Estevez, Pablo pudo reconstruir la previa del secuestro. “Él estaba a dos cuadras, en lo de mi abuelo paterno, y antes de venir pasaron por ahí preguntando por mi papá y maltratándolos. Dejaron un auto en la puerta y se trasladaron caminando a los de mis abuelos maternos”.
“Mi papá estudió Agronomía, primero en (una escuela agrotécnica en) Uribelarrea y después en la UBA. En la facultad militó en la JUP (Juventud Universitaria Peronista) y además militaba en Montoneros. Sus apodos eran ‘Perú’ y ‘Cuca’. También trabajaba en la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), en la sede de Ezeiza. Tanto en Agronomía como en la CNEA fui parte de diferentes homenajes que hubo a los desaparecidos de esas instituciones”. Pablo mostró al tribunal la única foto que tiene con su papá: “La tengo guardada con mucho cariño porque la imagen se la va llevando el tiempo de a poco”.
El tío de Pablo, Gabriel María Estevez, fue secuestrado el 22 de agosto de 1977. “Desapareció en la casa de mis abuelos paternos, el operativo fue de día, estaban Domingo, su hermano Luis María y su compañera, María de las Mercedes Funes. Inicialmente se iban a llevar sólo a Gabriel, pero, por los relatos, Mercedes dijo ‘si se lo llevan, yo voy con él’, y también se la llevaron”.
Igual que José, Gabriel estudió en Uribelarrea y Agronomía en la UBA. Mercedes estudiaba Trabajo Social en la Universidad Católica Argentina. Ambos participaban en un grupo de base de la Iglesia Santiago Apóstol, en la esquina de la casa donde fueron secuestrados, “Tenían militancia en el barrio Carlos Gardel de El Palomar –contó Pablo–. En la iglesia mi tío cantaba, tenía facilidad para tocar instrumentos, medía un metro noventa, era flaco, morocho, y trabajaba en la General Motors”.
Sobre el embarazo de Mercedes, Pablo supo muchos años más tarde. A su madre, que falleció en 2011, le costaba hablar sobre la desaparición de su padre. “Tuve una sola conversación al respecto, a los pocos minutos se puso a llorar profundamente y dijo que los milicos le habían arruinado la vida”. En esa ocasión le narró que Mercedes, con quien eran cercanas, le había contado que estaba “con un atraso importante” y que creía que estaba embarazada. “Ellos estaban buscando”, afirmó Pablo.
Años después, en un homenaje a los desaparecidos de Morón realizado en el municipalidad, al cierre del acto se ofreció la palabra a los familiares y entonces, Luis María, su tío, ya fallecido, habló sobre sus hermanos y mencionó a Mercedes. “Al hacerlo, dijo: ‘Trabajo para las Abuelas (de Plaza de Mayo)”. Mi mamá no tenía un vínculo con Luis María, por lo cual entiendo que la información del embarazo a él le llegó por otro lado”.
Tanto Pablo como otros integrantes de la familia han dejado sus muestras en el Banco Nacional de Datos Genéticos con la esperanza de encontrar al hijo o hija de Mercedes y Gabriel. Él mismo, hasta el testimonio de la sobreviviente Liliana Zambrano en este juicio, no sabía que sus tíos habían permanecido en el centro clandestino Pozo de Banfield. De su papá todavía no tiene ninguna certeza.
“Aprovecho esta instancia para valorar que los juicios continúen, no solo por la búsqueda de justicia y las sentencias para los culpables de semejante atrocidad, sino también en relación a la posibilidad de seguir reconstruyendo las historias, debemos valorarlos como posibilidad de justicia en muchos sentidos”, concluyó.
Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas
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