Noticias · 05 de julio de 2022
“Seguimos buscando saber qué pasó con nuestros familiares desaparecidos”
- Fuente: Abuelas
- Autor: Abuelas
El nieto restituido Carlos D’Elía Casco prestó testimonio ante el TOF N° 1 de La Plata en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús.
“En 1995, a los 17 años, conocí mi verdadera identidad. Hasta entonces creía ser hijo de otro matrimonio, Marta Leiro y Carlos De Luccía, que me criaron como propio, nunca había tenido dudas de mi identidad, por lo cual ese momento marcó un antes y un después en mi vida. Aquel día, en el juzgado de San Isidro a cargo del juez Roberto Marquevich, me enteré absolutamente de todo. Yo cursaba el 5to. año de la secundaria. Sin saber que iban a detener a Carlos y a Marta, se evitó que yo esté en mi casa para presenciarlo, me fui a una casa de fin de semana que teníamos en San Pedro, y ahí, además de avisarnos que se los llevaban detenidos, me dijeron que requerían mi presencia. Regresé a Buenos Aires, nos trasladan a la central de policía en la avenida Belgrano, y me llevan al juzgado de Marquevich donde sin anestesia me cuenta todo sobre mi origen y quiénes eran mi papá y mi mamá, Julio D’Elía y Yolanda Casco”.
“Comenzó un período de mucha paciencia de mi familia biológica, que había esperado tanto tiempo para encontrarme, y luego de que conocí mi origen, los conocí a ellos en el tribunal. El día que el juez me relató los hechos fue bastante largo. El juez incluso había contemplado la posibilidad de restituirme y que me vaya a vivir a Uruguay, que inicie una nueva vida olvidando todo lo que había vivido esos 17 años. Más tarde supe que por desacuerdo de mi familia y recomendación de las Abuelas de Plaza de Mayo que la acompañaron en este proceso, se negaron a eso. Por lo cual yo, mientras mis padres de crianza estuvieron detenidos nueves meses, viví con mi padrino, hermano de Marta Leiro. Unos días después el juez volvió a requerir mi presencia. Era una noche de junio de 1995. Fue el primer encuentro con mi familia que venía de Uruguay, en el despacho del juez. Fue el primero de muchos. A veces venían y se instalaban un mes o más, a la espera de que nos encontremos. Los siguientes encuentros fueron en la casa del asesor de menores, y fueron mucho más amenos y relajados que se primer encuentro. Empezamos a conocernos, empecé a conocer sobre mis padres y toda mi familia, primos, amigos de mis padres, y ese proceso llevó mucho tiempo. Mi generación fue fundamental para tener otros temas de conversación. Yo prefería no hablar en profundidad de la desaparición de mis padres. Hoy seguimos teniendo una relación fantástica con mi familia e incluso la tienen mis hijas”.
“Mi papá y mi mamá eran uruguayos. Mi mamá, Yolanda, era de la ciudad de Salto, en el límite con Concordia, Entre Ríos. Venía de una familia donde eran nueve hermanos, con una hermana melliza. Vivían en el campo y ella se fue a estudiar Derecho a Montevideo. También estudiaba un profesorado en la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde además vivía, y ahí conoció a Julio, mi papá., oriundo de Montevideo, hijo único pero también de familia numerosa porque mis abuelos tenían muchos hermanos. Mi papá estudiaba Economía en la Universidad de la República. Era presidente del Centro de Estudiantes y comenzó a militar políticamente en el Grupo de Acción Unificadora (GAU), agrupación que formaba parte del Frente Amplio. Mientras estudiaban, trabajaban y militaban, empezó la dictadura en 1973 y cerró la universidad. Mis padres se casaron, decidieron venirse a la Argentina, papá quería completar sus estudios de Economía, y se vinieron en 1974. Mi papá completó sus estudios en la Universidad del Salvador. Mi papá trabajaba en la zona de Parque Patricios y mi mamá era secretaria ejecutiva en un estudio. Ya estando ella embarazada, después de mucho tiempo buscando, en septiembre de 1977, consiguieron con un crédito comprar su primer departamento en San Fernando, zona norte del Gran Buenos Aires. Pocos meses después son secuestrados de ese domicilio, en la madrugada del 21 al 22 de diciembre de 1977, con mi mamá embarazada de ocho meses. Fueron llevados a una comisaría a la vuelta, donde según testigos los torturaron, luego al COT de Martínez, junto con muchos uruguayos que habían sido secuestrados. Unos 27 fueron llevados allí, y siguieron un circuito que los llevó al Pozo de Banfield y al de Quilmes. Mi mamá me dio a luz en el Pozo de Banfield”.
“El testimonio de los sobrevivientes, que compartieron cautiverio con mis padres, ha sido fundamental para que nosotros, los familiares, podamos conocer ciertos detalles. Aquel día, mis abuelos paternos, Julio y René, llegaron a Buenos Aires, venían a quedarse para pasar las fiestas y esperar mi nacimiento. Llegaron a las 10 de la mañana, tenían la llave del edificio, y allí son recibidos por seis personas armadas identificadas con un brazalete, tres con tonada uruguaya, mis padres ya habían sido secuestrados, tuvieron a mis abuelos retenidos en el departamento todo el día, estaba todo saqueado, desmantelado, tirado, desde la ropa que habían preparado para mí se la habían llevado. Esas personas incluso estaban comiendo la comida que habían preparado mis padres para recibir a mis abuelos. A la noche los obligaron a dejar la Argentina bajo amenaza, mis abuelos se fueron en avión a Punta del Este y de ahí en ómnibus a Montevideo. Inmediatamente regresaron a Argentina, el 26 de diciembre, y en el departamento ya no había nada. Y ahí empezó ese proceso de búsqueda, de ellos y de toda mi familia biológica. Recorrieron juzgados, embajadas, oficinas de organismos internacionales tanto en Argentina como Uruguay, casas cuna, iglesias, hospitales, buscando cualquier información sobre mis padres y sobre mí. Ahí cobra importancia el testimonio de los sobrevivientes, tanto para esclarecer detalles sobre mis padres como sobre mi nacimiento”.
“Se sabe que a mediados de 1977 fueron secuestrados dos uruguayos, un matrimonio, José Michelena y Graciela De Gouveia, en Avellaneda. Ellos, al igual que mis padres, se habían venido para continuar con sus actividades, para otros Argentina era un paso para exiliarse en otros países, no era el caso de mis padres y ni de este matrimonio, que pensaban volver a Uruguay lo más pronto posible. Un mes después, a fin de junio de ese año, es detenido otro uruguayo, Fernando Martínez Santoro, los tres formaban parte del GAU. Tras esas detenciones quedan desaparecidos un tiempo hasta que por la detención de un militante montonero en la ciudad de Colonia, en noviembre, y le secuestran una cédula de identidad de una chica uruguaya que había perdido en Buenos Aires. La Marina uruguaya se acerca al domicilio de esta chica y encuentran folletería y documentación del GAU, que pensaban que estaba desactivada, y a raíz de este hecho empieza una serie de detenciones de militantes del GAU, y posterior a esto se producen los secuestros en Buenos Aires de miembros del GAU y agrupaciones afines de uruguayos, como de la Unión Artiguista de Liberación (UAL). De estos 27 uruguayos se desconoce aún hoy el destino, y entre ellos había tres embarazadas, una mi madre. Tres niños nacimos en el Pozo de Banfield, la hija de Aída Sanz, luego yo y meses después Victoria Moyano Artigas”.
“Jorge Néstor Tróccoli, jefe del Servicio de Inteligencia de la Marina Uruguaya, participó de estos secuestros. Mi partida de nacimiento está firmada por el médico Jorge Antonio Bergés, que además participaba de las sesiones de tortura. Nací en Pozo de Banfield, donde estuvo mi mamá previo a mi nacimiento, y luego hasta mediados de mayo de 1978, el día 16 de mayo fue el último momento que se supo que estuvieron los uruguayos en Banfield. Adriana Chamorro llegó al Pozo de Banfield días antes y supo del nacimiento de dos chicos, de la hija de Aída Sanz y del mío, todos los detenidos compartían todo lo que pudieran siempre pensando que llegue la información a sus familiares, y esto permitió que sepa de mi nacimiento aunque mi mamá estuviera en otra celda y no la haya visto. Adriana fue llevada una noche a la Brigada de San Justo y al día siguiente cuando la llevaron de nuevo a Banfield los uruguayos no estaban. Sólo dos uruguayas quedaron en Banfield en ese momento, que se creía que estaban embarazadas, una de hecho lo estaba, María Asunción Artigas, con un embarazo avanzado”.
“Me anotaron como nacido el 26 de noviembre de 1977, firmado por Bergés, creo que nací ese día. Y por lo que me relató mi madre de crianza, mi apropiadora. Cuando nací les avisaron y allí fueron Carlos y Marta, el mismo Bergés me entregó envuelto en papel de diario y con rastros de sangre, y me criaron como hijo propio. Intenté hablar con Bergés en dos oportunidades, en una mientras estuvo detenido en Marcos Paz, le hice llegar a través de su abogado mi intención de hablar con él. Fui hasta el penal, pero no tuve tener esa charla. Tuve otro intento, conseguí la dirección de la casa cuando ya tenía domiciliaria, me recibió la mujer y no me permitió entrar. Le insistí pero no fue muy receptiva. Improvisé una nota para Bergés, se la tiré por debajo de la puerta, pero nunca tuve respuesta. Desde los 17 hasta los 27 años la postura que tomé, como una manera de protegerme, fue conocer a mi familia biológica, viajar a Uruguay, pero no profundizar. Pero fue un día que estaba charlando con mi abuela en el living de su casa, y empezamos a hablar de mi mamá y de mi papá, y en ese momento algo me quemó por dentro y sentí la necesidad de querer saber un montón de cosas que ya me habían contado pero que evidentemente no había hecho propias, y le pedí a mi abuela que por favor empiece a contarme otra vez. Tal vez para alguien que se cría con sus padres, va incorporando cosas cotidianamente, pero en estas circunstancias uno empieza a conocer a sus padres a través de anécdotas, recuerdos, lo que nos comparten los demás. Empecé a indagar, antes sólo escuchaba. Incluso detalles, qué comida les gustaba, qué deporte practicaban. Desde esa charla con mi abuela sentí la necesidad de hacerme cargo de esta historia. De esa búsqueda que se había hecho cargo mi familia, liderada por mi abuela, ahora me iba a hacer cargo yo. Lo primero que hice fue acercarme a Abuelas, que nunca lo había hecho. Me libré de los prejuicios y tuve una charla con Estela de Carlotto. Ingenuamente, pensaba que iba a llegar y me iban a dar una carpeta y me iban a decir “acá tenés tu vida”. Por supuesto me dieron cosas que fueron muy útiles, pero lo más importante es que me orientaron y eso me llevó a recorrer un camino que hoy me hace estar sentado acá, pero fue un largo proceso”.
“Aún vigentes las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, decidí presentarme en este mismo lugar a declarar en los Juicios por la Verdad. También declaré en Italia, más recientemente, en la causa Plan Cóndor en Italia. Este momento de justicia, pese a que se ha dilatado, es algo que esperamos mucho. También declaré en Uruguay. Pero aún hoy seguimos buscando saber qué pasó con nuestros familiares desaparecidos. Desconozco cuál fue el destino final de mi papá y mi mamá”.